Todo ser humano es un complejo sistema que está continuamente influido por los eventos del entorno que le rodea. En este sentido ,nuestro cerebro está diseñado para recibir información proveniente de nuestro entorno y actuar en consecuencia, poniendo en marcha mecanismos para adaptarse lo mejor posible a tales situaciones, implicando a las emociones, las funciones cognitivas complejas como las funciones ejecutivas, las relaciones sociales y las conductas que mejor pueden ayudarnos a adaptarnos al sinfín de situaciones que nos podemos encontrar a lo largo de nuestra vida. En resumen, el cerebro se encarga de valorar la situación que nos rodea y actuar al respecto, bien relajándonos si estamos de vacaciones disfrutando de un día de playa o bien poniendo toda la carne en el asador cuando un día difícil en el trabajo nos atormenta.
A la vuelta de las tan queridas pero frecuentemente cortas vacaciones, nuestro cerebro tiene que reajustar sus funciones al nuevo estilo de vida, valorando continuamente el ambiente y ajustando sus funciones y capacidades a las demandas de la nueva rutina. En este sentido, nuestro cerebro inevitablemente nota el contraste entre las vacaciones y la vuelta a la rutina y esta nueva realidad genera un impacto en nuestro sistema límbico, región del cerebro encargada de las emociones. Esta región se formó hace miles de años, la compartimos con los mamíferos y tiende a economizar recursos y a intentar hacer cuanto menos posible, ya que antaño, cuando esta región cerebral se formó, el entorno era un ambiente hostil y cuanto menos actividad se llevara a cabo y más recompensa se obtuviera, más probabilidad de sobrevivir. Por este motivo, nuestro sistema límbico nos juega malas pasadas tanto a adultos como a niños.
Los adultos sufrimos también la vuelta a la rutina, pero tenemos suficientes recursos cognitivos para regular las emociones que emergen a partir de la nueva rutina que nos rodea, en cambio, los niños no están provistos de tales capacidades, lo que hace que adaptarse a la nueva rutina sea una tarea compleja.
No obstante, es cierto que aunque los adultos dispongamos de la suficiente capacidad para adaptarnos, tardamos un lapso de tiempo en hacerlo, padeciendo frecuentemente el "síndrome post-vacacional", descrito por un cuadro de bajo estado de ánimo, irritabilidad, inquietud, ansiedad y en algunos casos alteración del sueño y la concentración.
En el caso de los niños este cambio de rutina es más complejo, ya que implica dejar de estar con su familia el 100% del tiempo, cambiar del entorno del hogar a un entorno nuevo, conocer a gente, seguir rutinas que antes no seguían en vacaciones y adaptarse con menos recursos cognitivos que los adultos. Por estos motivos, en el caso de los niños, el periodo de adaptación puede ser algo más complejo que en el caso de los adultos y suele durar más tiempo.
¿Qué podemos hacer la familia en el periodo de adaptación?
Sin duda, la familia es un punto clave en el periodo de adaptación infantil, ya que es el núcleo familiar el que aporta una sensación de bienestar y seguridad que el niño identifica como genuino y prioritario. La familia por lo tanto, puede ayudar en gran medida a que el periodo de adaptación sea un proceso agradable y enriquecedor. Veamos qué puede hacer la familia en este periodo de adaptación:
- Hablar positivamente de la escuela en contextos cotidianos: Para ayudar a que nuestro hijo identifique los aspectos positivos de la escuela ayudará en gran medida a que preste más atención a los mismos y a que disfrute como se merece de éstos. Es importante conectar con el cerebro infantil y destacar aquellos elementos valiosos para él, como por ejemplo la cantidad de juguetes chulos que tienen en el aula, las pinturas y dibujos que hay allí, los columpios y decenas de juguetes que hay en el patio o la cantidad de amiguitos para jugar que le esperan el clase, así como lo cariñosa y divertida que es su profe. De esta manera, nuestro hijo sabrá identificar y valorar los aspectos positivos del centro y disfrutar de ellos al máximo, reconociendo el aula y la escuela como lo que es: un entorno seguro, divertido y enriquecedor.
-Entrar por sí mismos a la escuela: Imagina por un momento que estás delante de un edificio que no conoces de nada y de pronto vienen tus padres y te cogen en brazos para meterte dentro... Sin duda es una situación algo desconcertante y poco deseable. En cambio, imagina ahora en esa misma situación que tus padres te hablan de las bondades de ese lugar, te miran, te sonríen y te abrazan, te desean que disfrutes, que lo pases genial y te animan a entrar. Tras 2 metros caminando ves a una persona que conoces sonriendo e invitándote a entrar dentro, de donde proviene música, risas y gente pasándolo genial. Está claro que la segunda situación es más deseable que la primera y que sin duda es mucho más agradable. Por este motivo es importante que vuestros/as hijos/as entren en el centro caminando por su propio pie, ya que verán que si entran por voluntad propia deciden disfrutar de las posibilidades que en ese lugar tiene disponible. De esta manera la confianza en sí mismos, la autonomía y la seguridad mejorarán y cada día estarán deseando entrar en el aula.
-"No es un adiós, es un hasta luego": Es más recomendable una despedida breve que una despedida larga y sentimental. Pensad que veréis a vuestro hijo momentos después de dejarlo en su centro de educación infantil, por lo que la despedida es un "hasta luego". Por este motivo es mejor un beso, un abrazo y un "¡disfruta!" que una despedida emotiva, larga y cargada de emociones que puedan desconcertar a vuestro hijo.
- Reconocimiento y refuerzo: El refuerzo es muy importante para que las conductas que deseamos que se repitan en un futuro acontezcan. En este sentido, es importante reforzar el comportamiento de vuestro hijo cuando salga de la escuela contento, sonriendo y con miles de anécdotas que estará deseando contaros. Para ello, el refuerzo no debe ser material, sino simplemente prestarle atención, seguir el relato que nos cuente y preguntarle al respecto, emocionarnos con sus historias y destacar verbalmente los aspectos positivos como lo bien que se lo ha pasado, lo contento que se le ve, lo impresionados que estamos por todo lo que ha conseguido y lo contentos que estamos de verle tan alegre. Por supuesto nada más recogerle, es más que recomendable recibirle un abrazo y un beso.
-Paciencia: El periodo de adaptación es un proceso y como tal, requiere de tiempo y de pequeños avances, por este motivo es importante tener presente que todo llega aunque parezca que tarda. Paciencia porque todo llega, si seguís estas pautas y confiáis en el amor que tenéis por vuestros/as hijos/as, tarde o temprano el periodo de adaptación llegará a su fin y podréis disfrutar de una nueva etapa.
El periodo de adaptación es un proceso que afecta a padres e hijos, aunque es un proceso natural y como tal, pasajero. Espero que os haya servido de ayuda estas pautas para hacer del periodo de adaptación un proceso más llevadero e incluso enriquecedor.
¡Bienvenido/a a un nuevo curso en el que evolucionar, desarrollarnos, aprender y disfrutar!
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